Cuentos frente al mar by Zulema Simbron Montes

Cuentos frente al mar by Zulema Simbron Montes

autor:Zulema Simbron Montes
La lengua: spa
Format: epub
editor: ACUEDI Ediciones
publicado: 2022-10-18T00:00:00+00:00


Sumacc Munay

En plena estación florida había llegado un joven forastero a la plaza principal de Mateo Salado. Todos lo veían con extrañez.

—Acaso no hay hospitalidad en este pueblo —exclamó el extraño.

La hija del Inca que pasaba por ahí, lo escuchó de repente y le dijo.

—¿Cómo ser hospitalaria si mi señor no me lo permite?

—¿Quién es tu señor? —le preguntó el exótico.

—Es mi padre y no permite que seamos «hospitalarios» con desconocidos. Pero… sé cuál es tu cargo, así que por ahora te acogeré como a una llamita perdida.

—…?

Ya instalado, la ñusta lo interrogó para asegurarse de quién era.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó la ñusta.

—Soy Quincha, el chasqui. Llegué hasta aquí porque estoy perdido, no soy tan bueno en mi clase, por lo que me pasa esto —respondió el forastero.

—Vaya un chasqui perdido, qué lástima.

—Y tú, ¿cómo te llamas?

—Me llamo Sumacc, estoy a cargo de mi pueblo, ya que mi padre falleció defendiéndolo —respondió la ñusta.

—Cuanto lo siento… Si tu padre no permitía acoger extraños, ¿por qué lo hiciste?

—Que bien que hayas tocado ese tema. Pues verás, ahora que estoy sola necesito de alguien para que me pueda ayudar, alguien de mi total confianza y como estás perdido, te ofrezco un hogar, criados, tierras, para que te puedas quedar.

—No tengo familia, por ende, tampoco un hogar, crecí con personas que no me querían y me despreciaban por no tener padres. Soy muy suertudo por encontrarme contigo y por último… claro que acepto —respondió entusiasmado el extraño.

—Muy bien, a cambio de todo lo que te daré quiero tu completa fidelidad y consejo cuando lo requiera y te informo que a partir de mañana comenzará tu entrenamiento.

—¿Practicar?

—Sí, para ser el consejero de la ñusta se requiere sabiduría y mucha astucia y dudo que tú seas sabio, si no por qué te perderías.

—Claro lo que mandes —respondió avergonzado.

Cerrado el trato, Sumacc y Quicha se iban conociendo de a poco. Pasaban mucho tiempo juntos, ya sea conversando o aprendiendo, pues tenían muchas cosas en común, eran sabios, hábiles, dedicados y responsables.

Con el pasar del tiempo Quicha y Sumacc se enamoraron. Ella aún no era nombrada matriarca, ya que los miembros del consejo estaban en desacuerdo por el hecho de que era una mujer. Quicha apoyaba a Sumacc, así que le dijo a los del consejo:

—¡Cómo osan retar a su señora! Su difunto padre habría estado de acuerdo con que ella sea la Warmi Inca que dirigiese al pueblo.

—El gobernante siempre ha sido y debe ser un hombre descendiente del Inca, nunca hablamos de una warmi Inca, siempre fue un hombre y si la señora Sumacc quiere que su nombre prevalezca a lo largo de los tiempos, pues no ha escogido la manera correcta —respondió el consejero Coto.

—Coto tiene razón. Además, ¿quién es usted para alterar nuestra organización? Si solo es un desconocido de quien desafortunadamente Sumacc se enamoró —intervino el consejero Quichata.

—De hecho, joven Quicha, para no agrandar más el asunto, lleguemos a una conclusión. Si usted quiere que aceptemos el matriarcado de la ñusta,



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